Un sueño…
Imaginemos una lluviosa tarde de invierno en una calle vagamente iluminada del Londres de la época victoriana. Los viandantes apenas son sombras tenues, que cruzan presurosos buscando refugio en algún pub cercano. Entramos en uno de ellos, e inmediatamente una escena nos llama la atención. Dos jóvenes de apariencia distinguida discuten acaloradamente en una mesa al final del corredor, cubierta por un gran mapa. Parlamentan, acaloradamente y con signos leves de embriaguez. En sus manos sostienen unas copas en las que un líquido rojizo con tonos ocres se tambalea al son de la conversación.
La estampa despierta gran interés, y no podemos evitar preguntar al tabernero por lo que allí se cuece. Al parecer son dos intrépidos aventureros, planeando una expedición en busca de varias islas avistadas en medio del Atlántico.
– ¿Y cual es el caldo espirituoso que inspira tales ocurrencias?
-Una de las cervezas más selectas del Imperio Británico, la joya de la corona etílicamente hablando-, responde amablemente el viejo barman.
La realidad
Volvamos al siglo XXI, al corazón del Pirineo. Ya sabéis que nos gusta hacer experimentos y en cuanto podemos nos embarcamos en proyectos del sector. Una de las experiencias más apetecibles para un cervecero es la de crear una receta en colaboración con otros artesanos del sector. A base de ferias, eventos y otros contactos vamos conociendo otros locos de la cerveza como nosotros y compartiendo conocimientos.
Y con los amigos de Montnegre, unos amantes de la birra del Maresme barcelonés, surgió poco a poco la idea de diseñar una receta muy distinta a lo que habíamos hecho hasta ahora. En la búsqueda de lo novedoso, de lo selecto, dimos pronto con el viejo estilo ingles de Barleywine, literalmente, “vino de cebada”.
Un estilo creado por los cerveceros ingleses que trataban de encontrar un producto que pudiera hacer las veces de vino, pero elaborado sin uva. Debido a la escasez de radiación solar en las Islas Británicas, la vid apenas crece allí, por lo que tenían que partir de los mismos ingredientes con los que elaboraban otras cervezas, maltas de cebada. Y trataron de exprimir éstas en búsqueda de un grado alcohólico elevado (de más de 10 %), unos sabores y aromas más evolucionados y nobles y un cuerpo potente.
Nos pusimos a indagar sobre como conseguir eso en nuestra fábrica, buscando una receta fiel al estilo pero a la vez que contara con la personalidad propia de Rondadora y Montnegre. No era fácil, pero se fueron alcanzando los consensos básicos y llegó el día en el que todo estaba listo para el primer paso, la cocción.
El cocimiento
Durante la maceración utilizamos mucha más cantidad de malta por litro de agua, ya que necesitamos una extracción de azúcar muy importante que luego derive en ese grado alcohólico elevado. La presencia del lúpulo iba a ser importante, pero no tan determinante como en otras cervezas. Tras macerar y hervir pasamos a la fermentación, donde las levaduras (estilo Ale) iban a tener que esforzarse para transformar todo ese azúcar en alcohol. Y vaya si lo hicieron, desbordando varias veces el fermentador en momentos de máxima actividad.
La maduración
De los tanques de fermentación pasamos la cerveza a tres barricas, donde continuarían la fermentación y que posteriormente servirían para llenar hasta los topes dos, de 225 l cada uno. Utilizamos para ello barricas de roble francés, provenientes de la bodega Batán de Salas, que anteriormente habían contenido vino tinto.
El siguiente paso consistía en guardar las barricas a temperatura óptima, en torno a 13 ºC, y garantizar el envejecimiento de las mismas. Allí, la “Barleywine”, iba a adquirir los matices solemnes y complejos que buscábamos. Aunque no sin contratiempos. En una de las limpiezas periódicas a las que sometíamos a las barricas ocurrió la catástrofe. Tras cargar los dos recipientes en el toro íbamos a proceder a sacarlos fuera de la nave y limpiarlos por fuera con agua, cuando sobrevino la desgracia. Un brusco frenazo del toro y las dichosas leyes de Newton hicieron el resto. Una de las barricas quiso continuar la trayectoria sobrepasando el soporte con el que las almacenábamos y comenzó a rodar carretera abajo. Continuó su imparable escapada más allá del asfalto, y cuando se abrió el abismo del barranco no dudó en lanzarse a él.
Tras el difícil rescate tocaba evaluar daños, y éstos eran irreversibles. La barrica se había expuesto a contaminaciones y su contenido debía ser apartado de la producción. Era un duro golpe, y el tonel superviviente iba a ser tratado a partir de entonces cual bucardo u oso panda.
¡El premio!
El proceso de maduración y envejecimiento prosiguió sin mayores incidencias, sorprendiéndonos gratamente su evolución, hasta completar los seis meses establecidos (incluso le dimos un mes más). Satisfechos con el resultado, decidimos mandar unas botellas al Barcelona Beer Challenge, a ver que les parecía a los jueces profesionales. Así que fuimos a la ciudad condal, en pleno Barcelona Beer Fest, no fuera a ser que nos dieran algún galardón. Y vaya si nos lo dieron, medalla de oro en la categoría English Barleywine, que junto con la de bronce que le daban a Onso suponía toda una muestra de reconocimiento que nos hacía inmensamente felices.
Tras el espaldarazo recibido tomamos la decisión de diseñar una etiqueta acorde con el producto y lanzarla a la venta. Para labores creativas contamos de nuevo con Migoma, que sabe siempre plasmar con excelencia nuestro barullo de ideas indescifrable.
Así que ya sabéis, cuando queráis volver a vivir esa época en la que todo quedaba por descubrir, cuando busquéis la inspiración para acometer todo tipo de proyectos o simplemente cuando estéis dispuestos a daros un homenaje bien merecido, aquí está nuestra particular propuesta. Una cerveza contundente, sedosa y agradable en boca pero con marcado carácter alcohólico y con unos matices que seguro que revolucionan vuestra concepto de cerveza. Salud!