Volvemos de ruta por la comarca
Tras un verano de ajetreo, de ríos de gente, de bullicio, de estrés, de jolgorio…
Llega octubre y el Pirineo cambia de traje. En Sobrarbe pasamos de la masificación, in
crescendo año tras año, a la soledad absoluta. Como decimos por aquí, nos quedamos “los de plantilla”. Y
toca hacer inventario, reflexión, retrospección. La propuesta de esta entrada es una invitación a eso, al
Sobrarbe desconocido, casi íntimo, pero al mismo tiempo increíblemente cercano a la civilización. Un
paseo que no solo nos llenará de paisaje, naturaleza e historia, sino que nos debe conectar con otro tiempo
y con un estado mental al que solo se accede cuando se deja de lado la actividad diaria.
Antes de pasar a describir el recorrido, debemos decir con orgullo que con la donación de
Tronzadora contribuimos a la limpieza de este camino, que nos lleva al pueblo deshabitado de San Fertús. Fue
fantástico ver como una docena de voluntarios desbrozaban y señalizaban el sendero, y esperamos poder
seguir poniendo nuestro granito de arena a la recuperación de caminos perdidos de Sobrarbe. Merece la
pena mencionar también que una parte de la carrera del Viento Rondador discurre por el sendero, así que ya sabéis, el que tenga ganas de sudar, ¡A competir en tan magnífica carrera!.
La salida.
El punto de partida lo encontramos tras recorrer unos 3 km de la pista que
sube a Morillo Sampietro desde Boltaña (mapa), que es transitable para cualquier vehículo que no tenga
la suspensión muy baja. Subiendo por la pista veremos a la derecha un cartel señalando la entrada al
camino. Podremos aparcar en un ensanche que hay a la izquierda de la pista.
Nada más entrar nos sumergiremos en un bosque mediterráneo en el que predomina el pino
(carrasco y royo), aunque otras muchas especies de árboles se encuentran presentes (carrascas, chinibros,
caixigos, moixeras) . Por supuesto, en el sotobosque el rey es el buixo (Buxus Sampervirens). En los tramos en los que el bosque deja algún claro podemos ver el la ladera de enfrente las casas y la ermita de San Fertús.
El sendero sigue sin apenas variar la altura, atravesando pequeños barrancos de forma muy
limpia, permitiéndonos calentar las piernas para posteriores repechos. Si permanecemos en silencio, los
pájaros nos deleitarán con sus melodías prácticamente en cualquier época del año. Además, pronto
descubriremos que hay mucha más vida y que el ser humano no es el rey del valle.
Casi sin darnos cuenta nos encontraremos en medio del valle, y al echar la vista atrás solo
veremos verde y más verde.
Conforme nos acercamos al barranco de Cañimás (O barranco de San Martín) el sendero comienza a bajar y aunque en ningún momento la pendiente es muy pronunciada, tendremos que “parar cuenta” con los resbalones. Unas eses en el camino nos indican que ya estamos muy cerca del barranco. Para cruzar éste no tendremos gran dificultad ya que el caudal suele ser pequeño salvo grandes tormentas o deshielos. Si debemos estar atentos a las indicaciones para tomar el camino en la otra orilla.
Nada más cruzar empieza uno de las subidas del recorrido, que puede dar lugar a las primeras
gotas de sudor mientras viejos muros se resisten a desaparecer totalmente del paisaje.
Acaba el repecho y seguimos hacia San Fertús. El camino vuelve a bajar en una hondonada, que nos lleva a otro
barranco. Al llegar a él nos encontramos con una imagen de postal, tropical, como si estuviéramos en un vergel de otra latitud.
Y seguimos, en lenta pero constante subida hacia el despoblado. Los muros, que nos flanquean
cada vez más altos, nos indican la inminente presencia de San Fertús. Al echar un vistazo a nuestra
espalda, vemos aparecer a Nabaín hacia el norte, recordando la preciosa canción de nuestro amigo
Francho Sarrablo.
San Fertús
Y finalmente llegamos a San Fertús, donde varias edificaciones apenas en pie nos reciben. Es recomendable darse un paseo por todo el núcleo urbano y dar rienda suelta a la faceta creativa de nuestro pensamiento, que nos lleve 100 años atrás y nos muestre escenas de otro tiempo. Elementos catalizadores para ello no faltan, ya que varios objetos antiguos se encuentran aún desperdigados, entre ellos, una barrica estupenda dentro de una de las casas. No olvidemos respetar escrupulosamente todo lo que hay allí, y acaso, recoger la basura si algún despistado o maleducado la ha dejado.
El retorno
Pasamos el ecuador del trayecto al salir de la aldea, y emprendemos de nuevo un camino que
desciende suavemente para cruzar el barranco de Cañimás de nuevo.
Seguimos sorteando pequeños barrancos que harán más entretenida la caminata. Justo antes de cruzar el cauce nos
encontramos con la pista que viene de San Vicente, la cual debemos seguir unos metros, antes de tomar
otro giro a mano derecha y cruzar el cauce. Aquí debemos estar atentos y no seguir por el sendero de
pequeño recorrido (PR), marcado de blanco y amarillo y que nos llevaría a Boltaña directamente.
Una cuesta fuerte nos espera al otro lado. El sendero sube rápidamente zigzagueando sobre el
cortafuegos de las torres de alta tensión y nos lleva a una pista en mal estado, que deberemos seguir hasta
la pista que va a Morillo Sampietro. Salimos aproximadamente un km por debajo del punto de partida, así
que seguiremos la vía hasta alcanzar el coche, finalizando así nuestra excursión.
Resumiendo, se trata de una propuesta para todos los públicos, en la que deberemos llevar
siempre un mapa para no desorientarnos, y que nos llevará a un lugar mágico. A ritmo normal nos llevará
unas dos horas y media completarla. Disfrutadla en cualquier época del año, en buena compañía y con un
buen almuerzo o merienda. Y… si eso es guerra… ¡Que dure!